SSD acapara de manera absoluta el almacenamiento informático de consumo y si compras un equipo nuevo comprobarás que el 99% de ellos ya usa estas unidades de estado sólido. Lo mismo en el segmento del retail. Si vas a renovar tu equipo hay pocos componentes que te vayan a ofrecer una mejora tan grande para revitalizarlo o alargar su vida útil.
Y es que nuestros viejos y queridos discos duros convirtieron el apartado del almacenamiento interno en un «cuello de botella» en términos de rendimiento. SSD llegó para mejorar especialmente este apartado y cualquiera que haya actualizado un PC habrá notado una mayor fluidez en el arranque del sistema operativo o las aplicaciones, en la transferencia de archivos en la propia unidad o hacia otras internas o externas y en la recuperación del equipo desde modos de suspensión.
Sus ventajas también son relevantes en términos de consumo, emisión calorífica o del nulo ruido emitido por la ausencia de las partes móviles de una unidad mecánica, mientras que en otra parte importante como la robustez y resistencia a fallos las SSD igualan o superan a los discos duros en apartados como el tiempo medio entre fallos o en garantía con cinco años en la mayoría de las series de gama media para arriba.
Además de todo lo anterior, destacar la gran versatilidad de uso por su número de formatos y tamaño muy reducido para instalarse en cualquier tipo de equipo.
Como resumen y para empezar, si quieres la mejor opción en almacenamiento tanto en equipos nuevos como para renovaciones, busca SSD. Hacemos la salvedad de casos de uso donde se necesite una gran cantidad de almacenamiento y tengamos presupuestos limitados. En esas instalaciones se puede apostar por sistemas híbridos (SSD + HDD) ya que el precio-por-GB es el gran apartado donde los discos duros dominan.
Actualizamos una de nuestras grandes guías con todo lo que un usuario debe saber a la hora de la compra de SSD y seleccionamos la mejor oferta entre la disponible.
SSD frente a HDD
Las unidades de estado sólido tienen el mismo propósito que un disco duro: almacenar datos y archivos de manera persistente. De esta manera y frente a otros tipos de memoria como la RAM, los datos en una SSD se mantienen aunque apaguemos el equipo. Al guardar datos en memorias no volátiles, no requieren ningún tipo de alimentación energética constante ni pilas para no perder los datos almacenados, incluso ante apagones repentinos del PC.
El diseño de una SSD típica es mucho más sencillo que el de un disco duro. Consta de una placa electrónica (PCB) donde se sitúan un número variable de chips de memorias de tipo NAND flash, la base de estas unidades y donde se almacenan los datos. También necesitan un chip adicional que actúa como controlador y una interfaz que utiliza para la conexión con el resto del equipo.
Frente a un disco duro que tiene placas magnéticas, platos giratorios y una aguja que para leer y escribir datos necesita que antes las placas giren a la ubicación correcta, la estructura de una SSD cambia por completo y de ahí parten sus grandes ventajas. No tiene partes mecánicas ni móviles y usa un sistema de celdas eléctricas para enviar y recibir datos. Estas cuadrículas están separadas en secciones llamadas «páginas» y estas páginas son donde se almacenan los datos. Las páginas se agrupan para formar «bloques».
Si quieres profundizar en la técnica interna de SSD y su posición entre el resto de memorias de la arquitectura de una computadora (RAM y caché), te recomendamos la lectura de este especial sobre el funcionamiento de SSD donde lo explicamos a fondo. Sí debes saber que uno de los inconvenientes teóricos de estas unidades frente a los discos duros es que la memoria flash solo puede mantener un número finito de escrituras antes de finalizar su vida útil.
Por ello, SSD incluyen grupos de memorias libres para utilizar cuando las otras fallen. En la práctica, el tiempo de uso sin errores y el tiempo de vida útil es similar entre ambos formatos.
Formatos SSD
El formato más popular y versátil es el que utiliza los mismos estándares que los discos duros más pequeños, el de 2,5 pulgadas. Extendido masivamente, lo encontrarás en cualquier ordenador de sobremesa y en la mayoría de portátiles. Si lo vas a montar en un ordenador portátil tienes que asegurarte que su altura sea soportada, porque existen unidades de 9,5 mm y 7 mm de grosor. En una torre de PC te sirven todos los modelos existentes y se pueden montar en bahías de 2,5″ y también en las de 3,5″ con un adaptador.
El segundo formato a valorar en la compra de una SSD es el denominado M.2. Mucho más moderno y pequeño en tamaño que los anteriores de 2,5-3,5 pulgadas se comercializa en varias variantes aunque la más extendida es la 2280 que mide 80 x 22 y 3,5 mm. Otra variante es mSATA, aún más pequeña que la anterior (50,8 mm x 29,85 mm x 4,5 mm), pero menos extendida.
M.2 PCIe y una SATA instalada en la misma placa
M.2 es el formato que se está imponiendo en la industria y el recomendado a utilizar en placas base que lo soporten. Sus desventajas frente a una SSD de 2,5″ es precisamente esa, su menor versatilidad porque hay millones de equipos más antiguos que no la soportan. El apartado de rendimiento es idéntico siempre que utilicen la misma interfaz SATA, aunque es muy superior al utilizar PCIe como luego veremos, algo que no pueden hacer las primeras.
Un tercer formato que podemos encontrar para equipos de sobremesa es el de tipo tarjeta pinchada directamente en un slot PCI de la placa base. En este formato se incluyen las unidades que montan sus chips directamente en la tarjeta o si ésta se utiliza como accesorios para poder montar las M.2 anteriores en placas que no tengan un conector especializado. Son igual de rápidas que las M.2 al utilizar PCIe, pero suelen ser algo más caras y no son las más utilizadas.
Realmente, la oferta en este formato ha ido cayendo al mínimo y la industria apuesta por completo por las M.2, soportadas en el 100% de las placas base nuevas para PCs de sobremesas y en la mayoría de portátiles.
SATA frente a PCIe
No debemos confundir el apartado anterior del formato con la interfaz, que trata del bus de conexión utilizado por una SSD. El más extendido y soportado es el conocido como SATA (Serial Advanced Technology Attachment), que lleva con nosotros desde 2003. La segunda interfaz usada en SSD es PCIe. Más moderna, ofrece mucho mayor rendimiento y todo indica que a medio plazo será el bus único para el futuro del PC.
La unidades que emplean el formato de 2,5 pulgadas solo pueden conectarse a un bus SATA, mientras que las M.2 optan mayoritariamente por PCIe. También existen M.2 a puertos SATA, pero su adopción fue mínima y hoy prácticamente han desaparecido.
No todas las SSD ofrecen el mismo rendimiento incluso bajo el mismo bus de conexión, derivado de las memorias utilizadas y especialmente de su controlador. El usuario que compre hoy un SSD, no debería conformarse con menos de una unidad que no alcance los 500 Mbytes por segundo sobre SATA en velocidades de transferencia de datos tanto en lectura como en escritura. Hay SSDs muy baratas que rebajan este dato especialmente en escritura. Evítalas, no merecen la pena.
Las M.2 que utilizan PCIe son las unidades más rápidas que vas a encontrar en almacenamiento sólido de consumo. Utilizan la interfaz nativa PCI-e para disparar su rendimiento hasta un máximo teórico que llega a multiplicar por diez el de las unidades de estado sólido conectadas a SATA y por veinte el de los discos duros (aún más las nuevas PCIe 4.0). Aunque en sus inicios su precio era prohibitivo para el gran consumo, las distancias frente a SATA se han reducido enormemente como verás al final en la oferta de compra de una SSD.
También conviene saber que las SSD M.2 PCIe soportan el estándar NVM Express, diseñada desde cero aprovechando la baja latencia y el paralelismo de los SSD PCI Express, ofrecen un rendimiento espectacular y convierten la unidad en arrancable, permitiendo prescindir completamente de otras unidades de almacenamiento.
Si vas a comprar este tipo de SSDs para reemplazar por completo disco duros, asegúrate que tu placa soporta o puede ser actualizada para soportar el protocolo NVMe y convertir la unidad en arrancable. Con placas base nuevas no tendrás problema alguna porque todas lo soportan.
¿Cuánto dura una SSD?
Es una pregunta que se hacen los potenciales compradores y tiene una respuesta rápida: lo mismo que los discos duros. A pesar de sus componentes mecánicos, los discos duros han sobresalido por su resistencia y de ahí su uso masivo en centros de datos 24/7 donde prima la fiabilidad por encima de todo. Además, esos entornos requieren pruebas y certificaciones que pueden durar meses y años, y por ello la adopción de SSD en el segmento empresarial es bastante inferior al de consumo. Eso, sí, solo es cuestión de tiempo y terminarán imponiéndose también.
Además, las SSD son más propensos a fallos de energía eléctrica mientras que la unidad esté en funcionamiento, provocando corrupción de datos o incluso el fallo total de los dispositivos. Ello no quiere decir que una SSD dure menos que un disco duro porque las nuevas generaciones han mejorado muchísimo en fiabilidad y las pruebas de resistencia masiva han mostrado que soportan escrituras por encima de los 2 petabytes. Una cantidad de datos enorme que un usuario en condiciones reales (normales de uso) tardaría decenas de años en completar.
Además, todas las SSD modernas incluyen células de memoria adicionales libres para cuando las otras fallen (algo inherente es este tipo de memorias que tienen un número limitado de operaciones de escritura.) no perder capacidad ni sufrir errores, reasignando los sectores dañados.
Sí conviene señalar que en las últimas generaciones de SSD, los fabricantes están apostando por las memorias flash NAND TLC, de triple nivel por celda, y las QLC o cuádruple núcleo por celda serán las siguientes. Esta tecnología aumenta la densidad de almacenamiento y rebaja costes, pero reduce la resistencia de formatos anteriores como MLC y especialmente SLC, Single-Layer Cell, que solo almacena un bit por celda y que prácticamente ha desaparecido del mercado de consumo.
Para compensarlo, los mejores fabricantes han aumentado la garantía hasta 5 años en unidades de consumo, mientras que hay modelos profesionales con hasta 10 años de garantía. La vida media oficial de una SSD se estima entre 5 y 7 años.
¿Dónde uso una SSD?
Las unidades de estado sólido ofrecen ventajas en cualquier tipo de equipo como hemos visto y pueden usarse en todo tipo de portátiles (también en tablets) como en sobremesas, sea reemplazando los discos duros o junto a ellos para mantener una mayor capacidad de almacenamiento de manera económica.
Uno de los casos de uso más habituales es su instalación en un portátil para reemplazar discos duros, pero también podemos combinarlos si el equipo ofrece compatibilidad para ello. Lo mismo podemos decir para un sobremesa típico. En este tipo de equipos es más probable que tengamos tanto conectores PCIe como SATA y podemos jugar con ellos.
A tener en cuenta que la SSD debe ser siempre la primera unidad de arranque para aprovechar sus ventajas de rendimiento. Instalaríamos en la SSD el sistema operativo y principales aplicaciones, dejando los discos duros como segunda unidad para almacenamiento masivo.
Las combinaciones son variadas y dependerá de las necesidades y presupuesto de cada usuario. Si es limitado se puede adquirir una SSD económica y de pequeña capacidad manteniendo los discos duros. Si el presupuesto es amplio, apostaríamos por las unidades PCIe de alta capacidad y diríamos adiós a los discos duros, aprovechándolos, por ejemplo, como unidad de almacenamiento externa; para montaje en un NAS o conectados al router para distribución de contenido en la red local.
Oferta de SSD (Septiembre de 2020)
Cualquiera de los grandes fabricantes (Samsung, Kingston, OCZ-Toshiba, SanDisk-WD, Seagate, Intel… u los integradores que usan las memorias de los anteriores como Corsair, Crucial, ADATA u otros) ofrecen una gran oferta y modelos interesantes variados en formatos, rendimiento, capacidad y precio. En el último semestre desde que publicamos la guía anterior, hemos visto un gran impulso de las unidades PCIe y la llegada de nuevos modelos para la versión más avanzada, la 4.0
En cuanto a precios, después de una bajada constante los últimos años, esperábamos una subida apreciable en 2020. Sin embargo, la llegada del COVID-19 ha cambiado la situación, ha provocado un exceso de inventario y el precio de SSD ha vuelto a su tendencia principal de caída como comprobamos en la búsqueda de ofertas. Es un buen momento para comprar estas unidades con casi todos los precios de
Te dejamos con una selección de la oferta disponible separándolas por la interfaz de conexión SATA y PCIe. Añadimos unos cuantos modelos externos, otra opción de compra que ha ido ganando terreno en los últimos años y que como las internas ofrece múltiples beneficios.
SSD internas PCIe – NVMe
– Samsung 970 EVO – PLUS. De lo más vendido del segmento, ofrece un rendimiento de 3.200 Mbytes por segundo en modo lectura y buenos precios. La versión de 500 GB cuesta 95 euros y la versión de 1 Tbyte está disponible por 170 euros. También cuenta con una versión de 2 Tbytes. Los modelos Plus cuestan un poco más pero emplean memorias MLC de mayor resistencia, con la versión de 1 TB por 193 euros.
– Corsair MP510 Force Series – MP600. Una PCIe 3.0 (hasta 3480 MB/s y 3000 MB/s en lectura/escritura) con varias capacidades desde 480 GB por 92 euros y otras versiones de 2 o 4 Tbytes. Y si quieres más, la MP600 emplea la interfaz PCIe 4.0 para alcanzar los 5.000 MB/s y buen precio: 127 euros la versión de 500 GB.
– Kingston KC2500. Otra de las series destacadas en prestaciones / precio con un rendimiento de 3.500 / 2.900 Mbytes por segundo y capacidades de 250 GB, 500 GB y 1 TB desde solo 80 euros. (Si te interesa la analizamos aquí).
– Crucial P2. Una versión básica (2100 / 1150 MB/s), pero muy económica como acceso a las SSD PCIe, con versiones de 250 GB por solo 52 euros y 500 GB por 71 euros.
– GIGABYTE AORUS Gen4. Una de las nuevas unidades a PCIe 4.0, lo más rápido en SSD, en esta unidad hasta 5.000 / 4.400 MB / s. La versión con 500 GB está disponible por 139 euros.
– Lexar Professional NM700. SSD NVMe de rendimiento medio 3500MB/s de lectura y 1200MB/s de escritura a muy buenos precios: 59 euros por 256 GB; 89 euros por 512 GB y 149 euros por 1 TB.
– Sabrent Rocket. Otra PCIe 3.0 de buen rendimiento (hasta 3450 MB/s lectura y 3000 MB/s escritura) y un precio de 54 euros por la versión de 256 GB. Ofrece otras versiones de 512 GB, 1 y 2 Tbytes.
– WD Black NVMe. Otra de las grandes marcas en almacenamiento ofrece esta serie de PCIe 3.0 con capacidad de 512 GB por 127 euros. (Si te interesa la analizamos aquí).
– Intel Optane H10. Otra que hemos analizado y es especial, porque combina la tecnología Optane con la capacidad de almacenamiento de una SSD. Tienes la versión de 1 Tbyte por 177 euros.
– Adata XPG SX8200 Pro. Otra rapidísima (3500 MB/s) que con una capacidad de 1 TB tiene un precio de 155 euros.
SSD internas SATA:
– Samsung 870 QVO. Máximo rendimiento en este tipo de unidades y con la novedad reciente de una variante con la máxima capacidad de la industria: 8 Tbytes. Está disponible en capacidades de 1, 2 y 4 Tbytes desde 122 euros y esperamos pronto la de 8 TB. (Si te interesa la analizamos aquí).
– Kingston SSD KC600. Nueva serie que tuvimos oportunidad de analizar y es de lo mejor en características / precio en SATA. Ofrece versiones de 256 GB, 512 GB y 1 Tbyte por 52, 73 y 132 euros. Más recientemente se ha añadido una versión con 2 TB por 262 euros.
– Crucial MX500. 560 / 500 MB/s para otra de las series más vendidas, disponible por 62 euros en su versión con 500 GB. También ofrece capacidades superiores de 1 y 2 TB.
– Seagate FireCuda 120. Una SATA simple a 560 / 500 Mbytes por segundo en capacidades de 500 Gbytes desde 96 euros y versiones adicionales de 1, 2 y 4 Tbytes.
– SanDisk SSD Plus. Otra de las grandes del sector, adquirida por WD, con una serie de consumo a muy buen precio, que ofrece versiones de 240 GB por solo 40 euros y 480 GB por 55 euros. La serie se ha ampliado con versiones de 1 y 2 Tbytes.
SSD externas – portables:
– WD My Passport Portable SSD. Novedad reciente, soporta el protocolo NVMe para ofrecer más de 1.000 Mbytes por segundo en lectura / escritura. Se ofrece en capacidades de 500 GB, 1 TB y 2 TB desde 159 euros. Si buscas economía, puedes optar por la versión anterior (sin NVMe) con capacidad de 256 GB por 69 euros.
– Crucial X6 – X8. Otra de las novedades de las últimas semanas se entrega en un cuadrado de apenas 6 cm y 42 gramos de peso. Ofrece transferencias de datos secuenciales de hasta 540 Mbytes por segundo en modo lectura y la versión de 1 TB cuesta 156 euros. La Crucial X8 es la variante superior a 1050 MB/s con precio de 170 euros.
– Samsung T5 – T7. Pequeño tamaño, bajo peso y 540 MB/ s de rendimiento. La T3 está disponible en capacidades de 250 GB, 500 GB y 1 y 2 Tbytes desde 83 euros. Y si quieres más rendimiento, tienes la T7 con modo lectura de hasta 1.050 Mbytes por segundo. Está disponible en capacidades de 500 GB, 1 y 2 Tbytes, con precios respectivos de 157, 236 y 418 euros.
– SanDisk Extreme y PRO. Bajo tamaño, robusta y de amplia movilidad, con versión de 250 GB por solo 76 euros. Hay opción de 500 GB, 1 y 2 TB. Además de la versión estándar, SanDisk ofrece variantes «Pro» que aumentan su rendimiento hasta 1.050 MB/s. La versión de 500 GB cuesta 137 euros. (Si te interesa la analizamos aquí).
– Seagate BarraCuda Fast SSD. SSD externa para todo uso con un tamaño reducido, diseño atractivo y un buen rendimiento conectada a un puerto USB Tipo-C (540 – 500 Mbytes/seg). Se comercializa en capacidades de 500 GB, 1 y 2 TB desde 94 euros. (Si te interesa la analizamos aquí).