“El Gobierno ha aparcado un plan que sí tenía para 2020, bajar el IVA a los productos veterinarios (que habría tributado al 4%) y de los servicios veterinarios, que habrían pasado del 21 al 10%”. Así os lo contaba mi compañera Clara Pinar ayer en su noticia sobre las bajadas de impuestos que se han ‘caído’ de las cuentas.
Hay que conseguir dinero y el IVA de lujo para los productos y servicios veterinarios no va a reducirse, como habían prometido. Lo mismo ha sucedido con el IVA de compresas o tampones o el de impuestos de sociedades para las pymes por ejemplo. Pero este blog va de lo que va, así que voy a centrarme en el IVA veterinario.
Hagamos un poco de memoria. La subida del 8% al 21% de IVA, que no aplica a los productos y servicios veterinarios ganaderos que se alzaron del 8% al 10% creando un agravio comparativo dentro del mismo oficio, fue aprobado en 2012 por el gobierno de Mariano Rajoy. La crisis económica obligaba a encontrar caladeros de financiación pública.
Desde el primer momento el colectivo veterinario hizo ver, con toda la razón, que encarecer estos servicios iba a traducirse en que los animales pasaran menos por sus consultas para vacunaciones, desparasitaciones y tratamientos, lo que se iba a traducir en más riesgo de zoonosis y peor calidad y expectativas de vida para nuestras mascotas, sin entrar en otras consideraciones económicas sectoriales.
Ha sido una reivindicación constante de los veterinarios clínicos de animales de compañía, que siguen siendo ocho años después, pese a todas sus justas protestas, los únicos sanitarios que mantienen el 21% en sus consultas
Hace dos semanas se aprobó en la Comisión de Hacienda del Congreso de los Diputados una Proposición no de ley que instaba al Gobierno a rebajar este IVA, una medida que además venía incluida en el acuerdo de coalición de PSOE y Podemos.
Pues finalmente no ha sido así, ayer mismo supimos que el IVA veterinario se mantiene, con discrepancia incluida entre los dos socios de gobierno.
Curar o atender a un animal enfermo o herido no es un lujo, es un deber moral llevan clamando los veterinarios desde 2012 con toda la razón. Habrá que seguir recordándolo.